Afrontamiento del duelo desde el "Yo maduro"

La reacción de dolor emocional ante una situación de pérdida es absolutamente normal y esperable en cualquier persona, independientemente de su nivel socioeconómico, sexo, cultura o edad. Tan esperable es dicha reacción que han podido evidenciarse regularidades en la forma como se presenta en la mayoría de las personas y han por ello podido identificarse algunas etapas del proceso, hasta llegar a la elaboración del duelo.

Al hablar de pérdida, en el presente artículo haremos referencia a la separación o muerte de un ser querido, pero también es aplicable a situaciones de pérdida de un empleo o de un objeto muy preciado (una casa, por ejemplo).


No entraremos acá en los pormenores de las diferentes etapas del duelo. Solo identificaremos asociaciones entre algunas manifestaciones de este y el funcionamiento de los diferentes aspectos que de acuerdo con Mentheoresis conforman la personalidad, a saber, el Yo Maduro, Yo emocional, Yo normativo y Yo trascendente.

Yo normativo

El manejo del duelo desde el Yo normativo, y particularmente desde un aspecto de este que es el Yo juez, se centra usualmente en la generación de sentimientos de culpa, como por ejemplo “por qué no le dediqué más tiempo en vida, hubiera podido hacerlo perfectamente y no o hice”, o “si Dios existiera no debería permitir esto, a partir de ahora no creeré más en Dios”, “esto no debería haber pasado”, “si yo hubiera hecho esto o aquello, seguramente esto no habría sucedido, soy un miserable”, etc. Este tipo de manejo desde el Yo normativo, como se ve, genera culpa e ira.

Yo emocional

Un manejo desde el Yo emocional, y particularmente desde el Yo niño (o Niño interior), abarcará sentimientos de desprotección, soledad y la perspectiva de no poder recobrarse a futuro, con pensamientos como “qué haré ahora sin ti, la vida se me ha acabado”, “tú lo eras todo en mi vida, ahora todo es oscuro”, “necesito seguir contigo, no puedo soportar esta pérdida”. Este tipo de autoverbalizaciones genera depresión y desesperación.

Hasta aquí, experimentar culpa, ira, depresión o desesperación se considera como parte del proceso normal de duelo, pero persistir en estos estados resultaría claramente perjudicial en la calidad de vida de la persona, por lo que se hace necesaria la toma del mando del Yo maduro, para generar equilibrio.


Yo maduro

Desde este aspecto de la personalidad se logra la elaboración del duelo. Es la parte de la personalidad, en un proceso normal de duelo, que gradualmente va tomando el control y va encontrando nuevas formas de afrontar las diferentes situaciones en ausencia de la persona u objeto amado. La toma del mando por parte de este aspecto de la personalidad implica que se empiezan a cuestionar los pensamientos como los “deberías” y los “necesito” que se han enunciado más arriba y se empieza a dar prioridad a pensamientos menos absolutistas y radicales, o a inferencias que no sean arbitrarias o sobregeneralizadoras, aceptando que si bien la pérdida ha sido lamentable, no significa la destrucción total ni la imposibilidad de continuar con la propia vida. Desde el Yo maduro es posible manejar también la proyección al futuro, de modo que la persona visualice el futuro a mediano y a largo plazo, ya en ausencia del ser querido perdido, hallando nuevas circunstancias de aprovechamiento de su potencial. También, desde el Yo maduro, la persona puede hacer programación de actividades a realizar, de modo que pueda asumir su nueva realidad luego de la pérdida.

Yo trascendente

Cuando la persona ha alcanzado un apropiado desarrollo de su Yo trascendente, logra adoptar una perspectiva frente a la inevitabilidad de la muerte y al proceso de vida-muerte que le lleva a aceptar todo esto como un proceso absolutamente normal, aunque desde luego se pueda experimentar dolor. Si a través de la práctica continuada de la meditación, además de haber recorrido la senda del equilibrio de los tres aspectos que conforman el Yo psicológico  (Yo maduro, Yo emocional y Yo normativo) la persona ha llegado a experimentar los sentimientos de unidad y de compenetración con todas las cosas, como sucede en los estados místicos, la reacción ante la pérdida es de aceptación.

El Yo trascedente no suele estar muy desarrollado en las personas occidentales, pero aún así se alcanza una elaboración del duelo si se ha logrado la intermediación del Yo maduro. El valor agregado que aporta el Yo trascendente es la visión y sentimiento de aceptación a un nivel más allá del normal transcurrir del pensamiento de la persona.

En los casos en los que persiste el manejo del duelo desde el Yo normativo o el Yo emocional, es posible facilitar la toma del mando del Yo maduro por medio del uso de técnicas como la silla vacía, en la cual la persona “sienta” imaginariamente a su Yo normativo (por ejemplo) y  dialoga con este aspecto de su personalidad desde su Yo maduro, y luego intercambian sillas, hablando ahora desde su Yo normativo mientras su Yo maduro escucha. El diálogo continuado entre los dos (o tres aspectos de la personalidad, si también se ha involucrado al Yo emocional) permitirá que gradualmente el Yo maduro vaya instaurando las pautas para un manejo más racional que conlleve a la elaboración del duelo.

Al clásico (y excelente) manejo que se propone desde la terapia cognitiva para el manejo del duelo, Mentheoresis añade la armonización del problema desde los diferentes aspectos que conforman la personalidad, o más técnicamente hablando, los esquemas de afrontamiento, lo que agrega efectividad al habitual manejo de pensamientos que generan malestar, y se facilita la elaboración del duelo.

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