Procrastinación: un problema de gestión emocional desde el Niño interior

 

Procrastinar significa postergar nuestras obligaciones o actividades importantes en aras de llevar a cabo actividades más sencillas o más motivantes. Por ejemplo, si debes avanzar en un  proyecto que estás desarrollando para la empresa en la cual trabajas o en tu centro de estudios, empiezas a buscar excusas para dedicarte a otras actividades, por ejemplo ver un partido de fútbol, o una serie en la televisión.

Habitualmente, y de modo equivocado, tiende a asumirse que la procrastinación es sinónimo de “pereza”, pero la realidad es que se trata de un hábito que viene de un desajuste en uno de los esquemas de afrontamiento que utilizamos los seres humanos: el Niño interior, también con conocido como el Yo Niño.

En Mentheoresis, un esquema de afrontamiento es un conjunto estructurado de comportamientos y pensamientos que utiliza un individuo para afrontar las diferentes situaciones. El Niño interior es uno de estos esquemas de afrontamiento, y por tanto conviene conocerlo y trabajar sobre él para el bienestar integral. Es la parte en nuestro interior que piensa y siente como niño, y que requiere que se le permita su expresión, pero no de manera descontrolada.

El esquema racional que utilizamos los seres humanos para afrontar las situaciones de modo planeado y racional se denomina el Yo maduro. Cuando permitimos que el Yo maduro sea el “director de orquesta” en nuestra vida, logramos que el Niño interior se exprese de modo controlado, sin llegar a los extremos de inhibición (que correspondería a no permitir la expresión de ese Yo niño) o de la expresión descontrolada, que podría llevar a comportamientos riesgosos, ya sea para la seguridad personal o de otros, o para los intereses propios, en el campo de las finanzas o de otra área (por ejemplo, el jugador compulsivo que no puede parar de jugar hasta quedarse sin un peso en el bolsillo) El caso de la procrastinación se da cuando es el Niño interior el que toma el mando de  nuestro comportamiento.

Lo primero que debemos hacer es identificar claramente las situaciones en las cuales procrastinamos. Esa identificación va desde establecer con claridad en qué momento ocurre, en qué contexto, qué actividades alternas llevamos a cabo en lugar de la actividad en la que estamos procrastinando. Es muy útil escribir todos estos elementos, así como escribir los pensamientos que tenemos en ese momento. Te sugerimos escribir en una tabla similar a la siguiente:


Descripción de la situación en la cual procrastino (personas presentes, lugar, etc.)

Pensamientos





El hecho de escribir facilita la percepción de cuáles elementos son relevantes en la procrastinación en tu caso particular.

Algunos pensamientos que pueden surgir son:

  • No hay problema con postergar por hoy, por solo un día no va a ocurrir nada malo.

  • La vida es demasiado corta como para dedicarse solamente a las obligaciones.

  • Las normas se hicieron para incumplirlas.

  • Me ha tocado muy duro esta semana, merezco dedicar el tiempo a algo más gratificante.

Podrían identificarse muchos otros pensamientos asociados con la procrastinación. Lo interesante es que todos esos pensamientos siguen los lineamientos que provienen del Niño interior, con su tendencia a priorizar la diversión aún cuando se perjudique el cumplimiento de obligaciones o de acciones requeridas para logros personales o colectivos.

De acuerdo con lo planteado en Menheoresis, en este caso resulta útil la técnica de la silla vacía. Su aplicación podría ser de la siguiente manera: dispón de dos sillas. Te sientas en una de ellas (llamémosle la silla A) y dejas la otra silla vacía (la silla B), en la que imaginariamente está sentado tu Yo maduro. Tú vas a hablar desde tu Yo niño (tu Niño interior) desde la silla A, ojalá empleando expresiones propias de tu Yo niño, manifestando todos esos pensamientos que han surgido en tus argumentaciones del por qué procrastinar, tus justificaciones frente a la postergación de una actividad para realizar otras. Luego cambias de silla, y desde la silla B vas a hablar desde tu Yo maduro, le vas a hablar a tu Niño interior (que imaginariamente está en la silla A) y le vas a decir amorosamente que entiendes su deseo de diversión o de descanso, pero que hay una actividad que requiere atención y cuya postergación puede acarrear dificultades. Prométele a tu niño interior que en otro momento le vas a dar la libertad de hacer esas otras actividades que quiere hacer en el momento de la procrastinación, incluso puedes fijarle una fecha (¡y que debes cumplir!), luego te levantas, te acercas a la silla A, y abrazas imaginariamente a tu Niño interior.

La técnica de la silla vacía es poderosa. Resulta un poco extraña para algunas personas, pero desde su introducción a la terapia por Fritz Perls, el padre de la terapia Gestalt, ha mostrado su utilidad, hasta el punto de ser incorporada en otros enfoques terapéuticos. Puedes utilizarla para permitir la expresión de tu Yo niño (tu Niño interior) y para lograr que tu Yo maduro le hable a ese niño.

Recuerda que la esencia de Mentheoresis es permitir la expresión sana desde los diferentes esquemas de afrontamiento, como lo son el Yo niño (o sea el Niño interior), el Yo juez, el Yo protector, el Yo líder, el Yo trascendente y el Yo maduro, teniendo en cuenta que es el Yo maduro el que debe actuar como el “director de orquesta” para modular la expresión desde los otros esquemas. ¡Mentheorízate!


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