Tus "necesito" y tu posibilidad de ser feliz


Se dice que Sócrates eventualmente iba al mercado de Atenas, miraba las cosas que allí se exhibían y luego se marchaba sin comprar nada. Cuando le preguntaban el por qué de su proceder, contestaba “me encanta ver tantas cosas que no necesito para ser feliz”.

Imagen tomada de http://kuentoschinos.blogia.com/2017/031801-la-felicidad.php

A menudo pensamos que necesitamos algo: “necesito” un mejor empleo, “necesito” un automóvil más lujoso, “necesito” ser aceptado por los demás, “necesito” que mi pareja esté siempre conmigo, “necesito” que mis hijos sean brillantes,  etc., es decir, no solo pensamos y sentimos que necesitamos cosas sino también personas o situaciones. Esos “necesito” implican una exigencia impostergable, de la misma manera que un niño hace pataleta porque “necesita” que le compres un dulce. La palabra misma, cuando la utilizamos en nuestros pensamientos (y muchas veces ni nos damos cuenta de que la usamos) siembra en nosotros la creencia de que sin esas cosas no podremos vivir. Y al percibir que no las tenemos sentimos infelicidad. Y todo eso por un funcionamiento descontrolado de lo que en Mentheoresis se conoce como el Yo infantil, que es parte del Yo emocional en la estructura cuadrangular de la personalidad.

Pregúntate cuáles son tus “necesito” Cuando percibas infelicidad, escucha esa charla que desarrollas contigo mismo, allá en tu interior. Identifica qué cosas, personas o situaciones estás percibiendo que “necesitas” cuando en realidad podrías sobrevivir sin ellas, aunque aceptando que tal vez estarías mejor con ellas. ¿Parece contradictorio?  No. No lo es. Hay una diferencia enorme si te dices a ti mismo “sería preferible que tuviera un mejor empleo” a si te dices “necesito tener un mejor empleo”. En el primer caso le das a tu cerebro la indicación de que sería preferible obtener lo que deseas pero el no poderlo lograr no arruinará tu vida; en el segundo caso (con el “necesito”) sí le das a tu cerebro la indicación de que si no logras lo que deseas sería espantoso. Es solo un cambio sutil en el discurso que usas contigo mismo pero con un impacto enorme en tu manera de sentir y, en últimas, en tu calidad de vida. Ese cambio lo logras hacer cuando actúas desde tu Yo maduro que, sin ahogar a tu niño interior, le permite una manifestación controlada.

El equilibrio y la armonía interior solo son asunto de decisión. ¡Cuestiona tus “necesito” y flexibiliza tu pensamiento!

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